Selección de poemas del libro Violín y otras cuestiones, Gleizer, Buenos Aires, 1956.
Estoy sentado como un inválido en el desierto de mi deseo de ti Me he acostumbrado a beber la noche lentamente, porque sé que la habitas, no importa dónde, poblándola de sueños. El viento de la noche abate estrellas temblorosas en mis manos, que aún no se conforman, viudas inconsolables de tu pelo.
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En mi corazón se agitan los pájaros que en él sembraste y a veces les daría la libertad que exigen para volver a ti, con el helado filo del cuchillo. Pero no puede ser. Porque estás tan en mí, tan viva en mí, que si me muero a ti te moriría.
. — (sin título) Tal vez el mundo cabe en la cocina donde hablamos del hijo. El futuro es un rostro, un dulce nombre, una sangre en camino a este camino. Amor se dice de un extraño modo: cuna, pañal, la bata. Estas cosas comunes. Esas palabras blancas. El amor ha crecido. La primavera canta en mi pañuelo. — Oración de un desocupado
Padre, desde los cielos bájate, he olvidado las oraciones que me enseñó la abuela, pobrecita, ella reposa ahora, no tiene que lavar, limpiar, no tiene que preocuparse andando el día por la ropa, no tiene que velar la noche, pena y pena, rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente. Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces, que me muero de hambre en esta esquina, que no sé de qué sirve haber nacido, que me miro las manos rechazadas, que no hay trabajo, no hay, bájate un poco, contempla esto que soy, este zapato roto, esta angustia, este estómago vacío, esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre cavándome la carne, este dormir así, bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido te digo que no entiendo. Padre, bájate, tócame el alma, mírame el corazón, yo no robé, no asesiné, fui niño y en cambio me golpean y golpean, te digo que no entiendo, Padre, bájate, si estás, que busco resignación en mé y no tengo y voy a agarrarme la rabia y a afilarla para pegar y voy a gritar a sangre en cuello porque no puedo más, tengo riñones y soy un hombre, bájate, ¿qué han hecho de tu criatura, Padre? ¿Un animal furioso que mastica la piedra de la calle? — (sin título) Tócame la mejilla por si encuentras una humedad antigua y olvidada. Es del tiempo en que quise ser caballo para no ser fantasma. Tócame la mejilla. Vamos, anda.
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Oficio
Cuando al entrar el verso me disloco
o no cabe un adverbio y se me quiebra toda la música, la forma mira con su monstruoso rostro de abortado, me duele el aire, sufro el sustantivo, pienso qué bueno andar bajo los arboles o ser picapedrero o ser gorrión y preocuparse por el nido y la gorriona y los pichones, sí, qué bueno, quién me manda meterme, endecasílabo, a cantar, quién me manda agarrarme el cerebro con las manos, el corazón con verbos, la camisa a dos puntas y exprimirme, quién me manda, te digo, siendo juan, un juan tan simple con sus pantalones, sus amigotes, su trabajo y su condenada costumbre de estar vivo, quién me manda andar grávido de frases, calzar sombrero imaginario, ir a esperar una rima en esa esquina como un novio puntual y desdichado, quién me manda pelear con la gramática, maldecirme de noche, rechinar fieramente, negarme,, renegar, gemir, llorar, qué bueno está el gorrión con su gorriona, sus pichones y su nido, su capricho de ser gris, o ser picapedrero, óigame amigo, cambio sueños y música y versos por una pica, pala y carretilla. Con una condición: déjeme un poco de este maldito gozo de cantar.
VIOLÍN Y OTRAS CUESTIONES – Gleizer, Buenos Aires, 1956